miércoles, 1 de octubre de 2008

Crearsentido

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¿Qué es la meditación?

Solemos creer que la meditación es un acto de personas elevadas, iluminadas, alejado de nuestra realidad cotidiana y de nuestra condición humana. La meditación ha tenido una connotación tal vez un poco idealizada por sus orígenes y finalidad. También se ha utilizado la palabra como sinónimo de reflexionar seriamente sobre algo, siendo una definición equivocada. Entonces, ¿Qué es eso de meditar?

A continuación voy a exponer un poco sobre los orígenes de la meditación como están escritos, si bien creo es una acción que data de antes de la escritura y por ende la historia, como la conocemos hoy. Como muchos imaginan, esta tendencia viene de Asia y los orígenes que se conocen datan de hace más de 2500 años, específicamente en la India. Se propagó gracias a una de las escuelas chinas de budismo más reconocida de esos tiempos. Mientras tanto, el budismo Zen tiene sus orígenes también en la India y fue exportado a China en el siglo I. Desde allí entonces, la meditación con sus diversos nombres, se dio a conocer en lugares como Corea. Vietnam y Japón, llegando tras un largo recorrido hasta el mundo Occidental que a su vez, lo trajo hasta nosotros.

En sus inicios, surgieron varios métodos de meditación que principalmente consistían en la contemplación* directa del mundo y de la propia mente, pudiendo ser usada en cualquier situación. Más adelante, recibió influencia de nuevas tendencias y escuelas, modificando sus técnicas y profundizando en sus objetivos. Hoy en día, a nuestras sociedades latinas, llega más que nada la meditación que nace en Japón. Se trata de una contemplación silenciosa, en el que el practicante está sentado en posición de loto, siendo esta la más popular y conocida entre nosotros. Existen otros tipos de meditación con sonidos, mantras, imágenes (como una vela), caminando, grupales, etc.

Por esta vez vamos a centrarnos en la meditación silenciosa también llamada zazén, que es a mí parecer, la mejor cuando estamos iniciándonos en esta práctica. Es importante que la postura corporal sea la adecuada ya que al meditar, estaremos inmóviles por varios minutos, aumentando el tiempo poco a poco. Mi posición preferida es sentados con las piernas en mariposa (posición de loto), un cojín duro y un poco alto en la base de la columna, haciendo un triple apoyo entre mis dos rodillas y mi cóccix. La espalda derecha, sin exagerar la curva hacia delante. Imaginamos que un hilo nos sostiene desde la cabeza, pasando en línea recta hasta la cola. No necesitamos forzar la postura, ya que si tenemos la espalda bien posicionada, las vértebras de la columna descansan una sobre la otra. Si la posición del cuerpo es inadecuada, vamos a sentir dolor en la parte baja de la espalda, por lo que es necesario que revisemos cómo estamos sentados.

En un primer momento probablemente no sea una postura muy cómoda, ya que no estamos acostumbrados a sentarnos con la espalda derecha. El cuerpo se irá adaptando a estar así ya que le es natural hacerlo. La imagen del hilo que nos sostiene desde arriba es muy útil para empezar. Si no estamos seguros de estar bien sentados, podemos pedir a otro que nos observe y nos corrija la posición con suavidad. Si durante la meditación nos cansamos, podemos llevar las rodillas al pecho y abrazarlas por un momento, para regresar luego a la postura inicial.

Para las personas que tengan dificultad para mantenerse en esa posición o que no logren sentarse en el suelo, pueden meditar sentados en una silla con los pies bien apoyados en el piso y la espalda derecha de la forma antes descrita. Es mejor que cuando meditamos lo hagamos sin zapatos ya que resulta incómodo tenerlos puestos si estamos en posición de loto.

Una vez hayamos dominado la postura corporal y nos sintamos cómodos, ponemos nuestras manos sobre las rodillas en posición de descanso. Algunas personas unen el dedo pulgar con el dedo medio. Esto se usa para meditar con el latido del corazón, como esto requiere de más concentración, nosotros lo haremos con la respiración. La lengua se ubica suavemente con la punta tocando los dientes superiores y el paladar para poder respirar con tranquilidad sin tener que tragar saliva constantemente. Por último, los ojos entre abiertos ven el suelo a medio metro de distancia de nosotros. Podemos ubicar la mirada en un punto y si nos ven desde arriba nuestros ojos pueden parecer cerrados. Se trata de ver "más allá del punto" ya que si bien nuestra mirada estará fija, no estará viendo hacia fuera, es como una mirada perdida.

Es ahora que iniciamos con la meditación, simplemente notando cómo exhalamos. Eso es todo lo que existe para nosotros en ese momento, el aire que sale de nuestro cuerpo. Aquí es donde inicia el reto de meditar, ya que cada vez que aparezca un pensamiento, lo hacemos suavemente a un lado, sin pelear, y volvemos nuevamente a notar como sale el aire de nuestro cuerpo. Este es un ejercicio que debemos hacer durante todo el tiempo que estamos meditando. Si notamos que estamos pensando, podemos etiquetar o nombrarlo mentalmente como "pensamiento" y volvemos a nuestra respiración. Si surgen sentimientos negativos, notamos qué pensamientos los provocan, los etiquetamos nuevamente, los hacemos a un lado y volvemos a nuestra respiración.

Al principio es probable que surjan muchos pensamientos que interrumpan nuestra atención. Algunas personas se enojan consigo mismas o se frustran ya que creen que no tienen control sobre su mente. Es necesario tener paciencia ya que es con la práctica que la cantidad de pensamientos va disminuyendo y podemos mantenernos más tiempo en la respiración sin interrumpirnos. Es importante elegir un momento del día para meditar en que no estemos demasiado cansados. Si tenemos malestares físicos como gripe, tos, estornudos o mucha hambre, es mejor no hacerlo ya que nuestras sensaciones físicas de malestar nos interrumpirán constantemente. Ahora surge la pregunta ¿para qué meditar?

Es inevitable que pensemos, es también necesario. El problema es que a veces olvidamos que nuestros pensamientos no son verdades absolutas, sino una forma de traducir la información, traerla a nuestra mente conciente, comprenderla y comunicarnos. No son más que aproximaciones a la verdad. A veces nos faltan las palabras para describir sensaciones que no están nombradas aún, por ejemplo. Yo diría que son metáforas de la realidad y por esto es importante que no nos identifiquemos totalmente con ellos, creyendo nuestras exigencias y enredándonos con creencias que a veces son negativas o falsas.

La meditación nos ayuda a desprendernos de nuestros pensamientos y verlos con cierta distancia. Así podemos observar simplemente sin el afán de modificar y descansar también de ellos. Este ejercicio nos permite tener un mayor control de nuestra mente y aclararnos si estamos enredados en pensamientos circulares que no llegan a nada. Muchas veces después de meditar, la respuesta a un problema viene por si sola o llega aquella idea que estuvimos buscando. Paradójicamente esto pasa cuando dejamos de pensar. Es por que aquí nos conectamos con la parte más sabia de nuestro ser, donde las palabras y la razón no son más que un puente para que podamos descifrar la información que necesitemos. Entonces hablamos ya de contemplación*.

Porque las acciones y las emociones vienen de nuestros pensamientos, al entregarnos a la práctica de la meditación, vamos a ir notando cambios en nuestra vida diaria, como por ejemplo, más tranquilidad, claridad mental, facilidad para solucionar problemas, capacidad para disfrutar de los placeres simples que nos da nuestra vida diaria, tolerancia hacia otros y hacia nosotros mismos, entre otros. Hay personas que prefieren utilizar la meditación de otras maneras, como al hacer ejercicio, al tejer, al escuchar música (instrumental), siempre volviendo a lo que hacemos, constantemente apartando los pensamientos y volviendo, como una danza. Yo recomiendo empezar con la meditación antes descrita y al tener ya un poco de práctica y más facilidad, existen muchas otras maneras de meditar que podemos utilizar, para elegir la que más se acomode a nosotros.

Cualquiera puede meditar y si es muy difícil al inicio, podemos empezar con 2 o 5 minutos diarios, aumentando el tiempo conforme nos vayamos sintiendo cómodos. Vamos en este viaje, sin prisa, sin exigencias, a nuestro ritmo. Disfrutemos de los beneficios que nos ofrece esta práctica milenaria y que está disponible para el que desee utilizarla. Abramos nuestra mente y sigamos adelante en nuestro desarrollo como seres humanos para ir creando, uno a uno, un mundo mejor.